Después de una larga semana volvía a pasear por las calles de Madrid, calles desoladas y tristes que nunca se habían encontrado así. Pero hay momentos que se quedan grabados en la memoria para siempre. Momentos en que el mundo se derrumba ante nuestros pies. Y lo más doloroso es cuando las razones son extrañas, absurdas y tan terriblemente duras. Lo que ocurrió el 11 de marzo fue una atrocidad. No sabía como podría superarlo, ese día cambio mi vida por completo.
Cuando volví a pisar aquellas vías de tren parecía como si todo hubiera sido ayer, como si nunca me hubiera despertado y hubiera leído aquellas noticias en el televisor. El 11 de marzo siempre guardaría el nombre de las 193 personas que murieron en manos de aquellas personas en nombre de una religión. Nunca más volvería a coger el tren para ir a mi trabajo, pensaba.
Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos al observar como las pocas personas que se encontraban allí observaban unas letras escritas en rojo a lo largo de la pared. La curiosidad me llamaba a ver lo que recogía aquella pared, me acerqué y comencé a leer las diminutas letras pintadas:
Lo digo Borges y lo suscribo yo: “No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz”. Marcelo Oises, un madrileño que lo fue.
Quede absorbida por aquellas palabras. De alguna manera había mucha verdad en ellas, pero se me escapaba su último sentido.
Seguí caminando dando vueltas a los versos de Borges. Cerca de allí, se encontraba una negra lista. Parecía que no tener fin. Mi mirada la recorrió como pudo. Al leer nombre por nombre era como si yo hubiera dejado de respirar en el mismo instante que ellos. Comprendí que el dolor era enorme, que el odio podría devorarlo todo. Pero no me convertiría en esclava de aquellas personas.
Me subí al tren, sin miedo, agradecida a aquel hombre que se había acordado de Borges en momentos tan duros. Que había venido de fuera de Madrid a dar aliento y comprensión a la sinrazón de la barbarie. Yo tampoco me olvidaré de esos versos. He aprendido a dominar el odio subida a mi tren de todos los días.
Comentarios
Publicar un comentario