23 Mayo de 1970
Son ya las 17:00 y Marcelo no aparece, a lo mejor se le ha
olvidado pero sería inusual en él. Vamos a llegar tarde a la manifestación y
sabe lo importante que es para mí. Además podría aparecer la famosa escritora
Simone de Beauvoir, sería un privilegio conocerla. Como es de rigor, con 20
minutos de retraso, nos ponemos rumbo al centro de la capital. Nada más llegar,
vimos todo el revuelo, una mujer mayor, en un español dificultoso, alzando el
brazo, con el puño cerrado decía estas palabras:
“No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, físico o
económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra
humana; la civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho
y el castrado al que se califica como femenino. Viva la mujer. Yo soy la única
dueña de mi cuerpo. Ningún hombre, ninguna religión, ninguna iglesia me dirá
que es ser mujer. Yo soy una mujer, rodeada de mujeres".
Tras aquello ni yo ni M pudimos remediar emocionarnos.
Aunque ya habían pasado 21 años de su gran libro, " El segundo sexo",
seguía siendo un acicate para el pensamiento dominante. Y, pese a su edad,
tenía la fuerza de una joven. Fuimos corriendo tras ella para tomarle una foto
para el periódico de nuestra universidad e incluso nos firmó un ejemplar que
llevábamos por si acaso. En todo el trayecto de vuelta no podía dejar de mirar
aquella foto ni leer la dedicatoria. Marcelo me dijo entonces algo que hizo
aquel día mucho más especial, el famoso aforismo de Francois de la
Rochefoucauld:
"Por raro que es el verdadero amor, es menos común que la verdadera
amistad. Te quiero amigo".
Nos dimos un abrazo sincero. Me di cuenta de que yo y
Marcelo, formábamos parte de otra forma de ser hombres.
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