10 de mayo de 1952.
Nota de diario
A veces me levanto mientras veo a mi abuelo a mi lado, otras, lo hago rodeado de un campo agridulce.
A veces juego en el parque rodeado de niños y niñas, otras, lo hago junto a mi hermano.
Algunas veces estudio y memorizo cada página de los libros de texto obligatorios, otras es mi padre quien me enseña de otro modo. Aquí, en el campo, en medio de la naturaleza. Siempre dialogando sobre cualquier cosa que me interese. Y cita a un tal Krause para defender esta forma de aprender.
Entre algunas y otras veces, puede que la diferencia no se haga de rogar, pero yo sí soy consciente de esta disimilitud.
A veces estoy rodeado de leyes impuestas y otras no.
No puedo llegar a decir que soy libre, porque sería faltar al respeto a la verdad, pero sí puedo decir que sonrío sin estar rodeado de falsas esperanzas e ilusiones, sin tener una etiqueta fija.
13 de mayo de 1952.
Nota de diario
Mi padre me repite constantemente que en la sociedad, la hipocresía crece y el aprendizaje disminuye, siendo una de las cuestiones por las que no acudo a un colegio por ahora.
Es irónico llegar a pensar que sé más que un niño mayor que yo, por eso, al relacionarme con alguno, éstos me miren raro.
No suelo mantener conversaciones largas ni normales, porque no sé relacionarme.
Y eso, es un problema que mi padre no ve.
17 de mayo de 1952.
Nota de diario
Me miran raro, a mi padre, a mi hermano y a mí. Vivimos alejados de la sociedad y no sé si realmente me apetece adaptarme.
Suelo escuchar conversaciones entre mi padre y mi abuelo, el segundo quiere que tengamos una vida común, como los niños normales, dice, quiere que tengamos un hueco en la sociedad. Lo último que sé es que ha pedido nuestra custodia, la de mi hermano y la mía, y que en poco tiempo pasaré a tener una vida diferente, pero lo que no sé es hasta qué punto puedo llegar a definir mi vida.
No sé qué hacer, las horas pasan y se me hace un mundo tener que explicarle a mi hermano lo ocurrido.
Pero debo hacerlo, es mi obligación como hermano mayor, debo decírselo a Marcelo.
Porque a veces sé que puede haber algo bueno en esa sociedad, algo mejor a lo que estamos acostumbrados a vivir y a lo que piensan mi padre, por un lado y mi abuelo por otro. Sin embargo, no sé qué es la felicidad.
Nota de diario
A veces me levanto mientras veo a mi abuelo a mi lado, otras, lo hago rodeado de un campo agridulce.
A veces juego en el parque rodeado de niños y niñas, otras, lo hago junto a mi hermano.
Algunas veces estudio y memorizo cada página de los libros de texto obligatorios, otras es mi padre quien me enseña de otro modo. Aquí, en el campo, en medio de la naturaleza. Siempre dialogando sobre cualquier cosa que me interese. Y cita a un tal Krause para defender esta forma de aprender.
Entre algunas y otras veces, puede que la diferencia no se haga de rogar, pero yo sí soy consciente de esta disimilitud.
A veces estoy rodeado de leyes impuestas y otras no.
No puedo llegar a decir que soy libre, porque sería faltar al respeto a la verdad, pero sí puedo decir que sonrío sin estar rodeado de falsas esperanzas e ilusiones, sin tener una etiqueta fija.
13 de mayo de 1952.
Nota de diario
Mi padre me repite constantemente que en la sociedad, la hipocresía crece y el aprendizaje disminuye, siendo una de las cuestiones por las que no acudo a un colegio por ahora.
Es irónico llegar a pensar que sé más que un niño mayor que yo, por eso, al relacionarme con alguno, éstos me miren raro.
No suelo mantener conversaciones largas ni normales, porque no sé relacionarme.
Y eso, es un problema que mi padre no ve.
17 de mayo de 1952.
Nota de diario
Me miran raro, a mi padre, a mi hermano y a mí. Vivimos alejados de la sociedad y no sé si realmente me apetece adaptarme.
Suelo escuchar conversaciones entre mi padre y mi abuelo, el segundo quiere que tengamos una vida común, como los niños normales, dice, quiere que tengamos un hueco en la sociedad. Lo último que sé es que ha pedido nuestra custodia, la de mi hermano y la mía, y que en poco tiempo pasaré a tener una vida diferente, pero lo que no sé es hasta qué punto puedo llegar a definir mi vida.
No sé qué hacer, las horas pasan y se me hace un mundo tener que explicarle a mi hermano lo ocurrido.
Pero debo hacerlo, es mi obligación como hermano mayor, debo decírselo a Marcelo.
Porque a veces sé que puede haber algo bueno en esa sociedad, algo mejor a lo que estamos acostumbrados a vivir y a lo que piensan mi padre, por un lado y mi abuelo por otro. Sin embargo, no sé qué es la felicidad.
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