Aún recuerdo aquella
mañana con horror cuando tenía que haber sido un día feliz. Un día
de reencuentro con compañeros de la mili que la magia de Facebook se
había encargado de lograr.
Nos encontrábamos en una
céntrica cafetería sevillana, José Luis Galindo, mi amigo de La
Algaba, Antonio Moreno, de Sevilla, Marcelo Oise y yo.
El tiempo volaba. Todos
permanecíamos abducidos por las ansias de saber qué había sido de
nosotros después de tanto tiempo..., cuando Marcelo nos hizo callar
mientras contemplaba en pie estupefacto la televisión. Todos
imitamos el gesto de Marcelo y observamos las imágenes casi por
inercia, sin saber de qué se trataba.
Cuánto horror en un
momento. Una furgoneta a toda velocidad arremetía
indiscriminadamente contra todos los transeúntes que encontraba a su
paso a lo largo del puente de Londres causando varios muertos.
Poco a poco la
información se ampliaba con más detalles del terrible atentado. Con
firmeza soltábamos improperios al tiempo que nos alegrábamos al
conocer que la policía londinense abatió al conductor de la
furgoneta; todos excepto Marcelo que, cerrando los puños con fuerza
y en silencio se le llenaron los ojos de lágrimas.
¿ Y ese silencio de
Marcelo? Ya nada era jovial, todo era condena conforme los
comentaristas iban analizando el siniestro: todo indicaba a un lobo
solitario del estado islámico.
Pudimos observar cómo
Marcelo, tembloroso, cogió con energía su móvil y comenzó a
marcar con dificultad maldiciendo sin cesar. Repetía la operación
una y otra vez sin poder hablar con nadie cuando en un ataque de ira
estampó el teléfono móvil contra el suelo. Todos enmudecimos
durante varios segundos al observar aquel extraño comportamiento de
Marcelo.
-"¿Qué ocurre Marcelo?"-, preguntó Antonio con cierto temor
mirándole directamente a los ojos. En ese instante, con furia y la
mirada perdida, se levantó diciendo:
-"¿Qué dedo de la
mano me corto que no me duela?"- Tras pronunciarse de esta forma,
abandonó la reunión y nos dejó a todos sumidos en la duda y en la
sospecha. ¿Qué sabemos de Marcelo, qué no sabemos de Marcelo?
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