Se estrenaba la película ‘Matar a un
ruiseñor’, basada en la novela de Harper Lee. Una de las más
famosas por los temas que trata, entre los más destacados, la
violación y la desigualdad social. Decidí que, al salir de la
facultad, iría a verla. En la fila había un joven extraño, con una
gabardina gris, un sombrero particular y unas gafas de sol negras,
aunque estaba a punto de anochecer.
Fila 8, butaca 2. Para mi sorpresa, el
tipo de la entrada, tenía la butaca 4. Lo ignoré al principio, la
película acababa de empezar.
Sin duda, desde el principio, “Matar
a un ruiseñor” es llamativa e impactante, pues acusan a un
campesino negro de violar a una joven blanca. Me quedé impactada con
cada escena, ya que tiene partes muy duras. Estaba tan concentrada
viéndola, que no me percataba de lo que pasaba a mi alrededor. Pero
después fue inevitable: El hombre de la gabardina, tenía un
cuaderno y bolígrafo y escribía en medio de la oscuridad. ¿Qué
estaría apuntando?
En una de las escenas, cuando Tom (el
acusado) es asesinado, fue inevitable una lágrima por mi parte, y
para mi asombro, el tipo de al lado me ofrece un pañuelo y me
sonríe: ‘No llores, es tan dura como la vida misma, y películas
como éstas nos preparan para lo que está por venir’. Me quedé en
blanco, no sabía si tacharlo de insensible, de sarcástico o de
sabio. No terminó de ver los créditos (yo era ya incapaz de
levantarme sin esperar, con respeto, que terminara de verdad la
película), se levantó y se fue sin un adiós de cortesía.
Al encenderse todas las luces de la
sala, me encontré en el suelo una nota, con lo que parecía que
había apuntado. Frases de los personajes, pero también un
interrogante sin aparente sentido: “¿Y tú, serías capaz de
igualarlo?”
Esa frase determinó gran parte de mi
futuro. Ingenuamente, pienso que la escribió para mí. Es imposible.
No me conocía de nada. Sin embargo, fue el empujón que me llevó a
plantearme lo que quería ser, directora de cine. Es decir, que un
tipo cualquiera, solitario, tal vez, triste, pero de lo más normal,
comprenda algo de la vida al ver una secuencia de imágenes en una
pantalla. Porque hemos aprendido a volar como pájaros, a nadar como
peces, toda la técnica que queramos; pero no hemos aprendido el
sencillo arte de vivir como humanos.
Por cierto, actualmente todavía tengo aquella nota que me marcó tanto. Estaba firmado por un tal
Marcelo Oise Valencia, que nunca he vuelto a ver.
NOTA DEL EDITOR: Este documento ha sido extraído de las
NOTAS PARA EL ARTÍCULO DE CINEMANÍA: “¿Por qué hago
películas?”: 20 directores se confiesan. Aparecido el día 21 de
diciembre de 2012. Aquí:
http://cinemania.elmundo.es/noticias/por-que-hago-peliculas-20-directores-se-confiesan/
Al final, no se incluyó esta
información en el artículo, pero los redactores de CINEMANÍA
guardan el documento al que hemos tenido acceso. Al igual que tenemos
también las notas de Josefina Molina.
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