Morón
de la frontera, 10 enero 1966
Queridísima amiga:
El dolor y las
lágrimas me hacen muy difícil escribir estas líneas. Perdona que
sea breve, pero es tanto mi desgarro que no tengo fuerzas para
extenderme. M., sí mi querido M. me ha dejado. Todo empezó por
un rumor sobre mí que se expandió por la universidad, pero es todo
falso. Tú sabes que yo nunca haría nada que lo dañara y menos
tener relaciones sexuales con otro hombre. Yo no entiendo como hay
gente tan aburrida para meterse en nuestras vidas... no tendrán nada
más que hacer. Pero como yo me llamo Sara Montes Pérez esto se hará
justicia y algún día se sabrá la verdad, y esa persona tan
desquiciada se las verá conmigo.
Bueno te sigo
contando, después de llegarle a sus oídos se lo intente explicar
pero no sirvió de nada. Nos dimos un tiempo para que él
reflexionara sobre qué ocurriría entre nosotros. Y de repente un
día coincidimos en la cafetería después de un importante examen de
Álgebra Básica.
Me dijo que se
siente solo. Que a su manera me ama, pero que la soledad le atrae
más. No se me olvidarán sus últimas palabras. Me dijo,
tristemente: "Nietzsche afirma que «Nadie aprende, nadie
aspira, nadie enseña a soportar la soledad». Yo ahora necesito
aprender de la soledad y no cabe nadie más en ella, ni siquiera tú.
Perdóname Sara, no puedo seguir contigo". Y ahí es cuando mi
corazón se rompió en mil pedazos.
Julia, necesito uno
de tus consejos. Estoy muy cansada y desorientada para saber cómo
afrontar todo esto...
En fin, te extraño.
Tenemos que vernos. Te necesito más que nunca.
Tú mejor amiga, S.
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