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HACIA LA BODA


Estaba tan nervioso que me sudaban hasta las manos, solo faltaban por llegar mi mejor amigo, Marcelo y, por supuesto, María. Necesitaba hablar con él antes de empezar la ceremonia, mi cabeza estaba echa un lío. Cuando apareció nos apartamos, y con los ojos lleno de lagrimas le cogí de la mano y le solté todas mis dudas: no sabía si ella era la persona con quien quería pasar el resto de mi vida... Le enseñé el billete para un vuelo a Argentina ese mismo día.
No quedaba tiempo, nos buscaban, no podíamos hablar... Pero como un mago que se saca de la chistera su truco final, Marcelo se sacó un papel de un bolsillo (no era raro en él, era un desastre y siempre tenía cosas así en los bolsillos)  y me lo dio. No pude en ese instante leerlo, mi madrina nos encontró y me arrastró hacia el altar con violencia. Estaba muy confundido...
 Al instante apareció por aquella puerta mi novia, estaba más hermosa que nunca, pero yo estaba muy lejos. Le di un beso frío en la mejilla y comenzó la ceremonia. Viví esos instantes como un barco trasatlántico que cruzara un mar inmenso de dudas... Sin que nadie se diera cuenta, leí la breve nota. 

De pronto todo se aclaró. Resolví todas las dudas en ese papel arrugado del mismo bolsillo en el que tenía mi billete para huir. Mi decisión fue obvia.
Han pasado muchos años desde aquella decisión: ¡30 años desde aquel 20 de junio de 1970!. La vida diaria me ha separado de mis mejores amigos, también de Marcelo. Sin embargo, en todos los aniversarios, recuerdo lo que Marcelo me recordó en el convite: "El hombre sabio querrá estar siempre con quien sea mejor que él". Y eso hice yo. Por eso dije sí.

NOTA DEL EDITOR: Tenemos la nota decisiva en nuestro poder.


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