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LA MIRADA Y EL OÍDO DEL SERENO


Todo ocurrió un sábado, cuando Marcelo Oise Valencia necesitó mi servicio como sereno. Era tarde, su madre dormía y no quería molestarla. Camino de su casa lo notaba demasiado tranquilo para haber perdido sus llaves, y cuando entré en su casa me sorprendió la oscuridad de aquel misterioso hogar, las fotos tan antiguas de las paredes..., algo significaban, pero a mí se me escapaba. “Una casa es el lugar donde uno es esperado”, digo al entrar, con cierto tono de tristeza.
En ese instante supe que Marcelo necesitaba un oído dispuesto a escuchar, y eso hice.
Aunque tímido, soltó unos ápices de sus sentimientos en aquella fría noche. Hizo alusión a la muerte de su padre, un hecho que marcó un antes y un después en su vida, “nunca volví a ser el mismo”, añadió con pesadumbre.
Al terminar la conversación se despidió pronunciando una frase de la que no me he podido olvidar: “Hay veces en las que tu propio hogar se convierte en una cárcel”
Cuando iba avanzando por la calle escuché que alguien me llamaba, era Marcelo, tenía un detalle por mis servicios, aunque creo más bien que fue por mi oído.
Nota del Editor: Foto a la que alude el sereno. Por lo que hemos podido averiguar,
aproximadamente, se trata de una imagen de 1969,  en esa época se encontraban en Morón los últimos serenos.



Al principio no me percaté, pero al alba, cuando volvía de mi última ronda, descubrí en el anverso de la foto algo escrito de su puño y letra: “El infierno cabe en una palabra: soledad”
A veces recuerdo su mirada, en sus ojos supe que era prisionero de su propia vida.

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